domingo, 9 de enero de 2011

Sobre lo nuestro



Hace ya bastantes días que pienso, que reflexiono sobre lo que pasó, sobre todas las cosas que ocurrieron en la relación que tuve alguna vez con Catrina. Tal vez me estoy haciendo al tonto, al desentendido, ya que no hay mucho que pensar. Mis relatos, ya sean semanales o quincenales o mensuales, demuestran las tonterías, las burradas que hice y provocaron que la relación, más larga, con veintitrés meses, y sentimental y romántica y, debo decir, también atropellada y obstinada y empecinada, que quizá no vuelva a tener nunca más, se terminara.

Aquel fatídico 11 de octubre de 2010, le pedí que terminara conmigo, a lo que ella aceptó a regañadientas, ya que se puso su chaqueta y cogió su bolso y se dirigió rápido a la puerta. La intercepté antes que la abriera y se lo propuse. "Lo que quieras", fue su respuesta. A decir verdad, eso es lo que quise en ese momento. Solo en ese momento. En realidad, no deseé hacerlo, ni mucho menos que se hiciera realidad. Es más, hasta el 30 de diciembre de 2010, quise volver con ella...

La mayoría de las veces pienso que hice bien en proponérselo y que hizo bien ella en aceptarlo, de una forma u otra, pero también pienso, y al pensar sobre ello me lastima, me deprime, me entristece, que hice mal y que debí hablar primero con ella tranquilamente y escucharla y entender, de una vez por todas, que lo que hago o lo que digo realmente la hieren y la desalientan para seguir con la relación.

"Una relación es cosa de dos, no de uno. Así que sácate la idea que tú eres el culpable de que la relación ande mal y que, bueno, terminara repentinamente. Ella supo cómo eres tú antes de que estuvieran, así que ella de alguna manera tuvo que considerar lo que implicaba estar con un chico como tú", me dijo mi amiga mexicana en una de nuestras conversaciones, que suelen ser divertidas y después se transforman, en unas cuantas ocasiones, en sentimentales y reflexivas, que siendo sincero me gustan. Quizá tenga razón mi amiga mexicana. Quizá sí tuvo ella alguna culpa, aunque yo sigo, tercamente, pensando que el culpable de que nuestra relación terminara soy yo.

Tuvimos días divertidos y solo quiero recordar los divertidos...
Recuerdo aquella vez en que, antes de ir a ver una obra de teatro en Barranco, paseamos por el alrededor, ya que faltaba una hora para que comenzara. Caminamos por un puente llamado "de los suspiros" y nos metimos por un pasaje estrecho donde hay casas y restaurantes. Al final de ese pasaje, hay un mirador, hermoso. Decidimos tomarnos una foto, pero queríamos salir ambos. En eso, una turista extranjera se ofreció a tomárnosla. Luego de eso, intenté entablar una pequeña conversación con aquella turista. Le pregunté de donde es. De Canadá. Le pregunté si vino al Perú por trabajo o por vacaciones. Por vacaciones. Luego no supe que más preguntar y la turista, incómoda, se alejó. Me sentí un tonto y Catrina y yo nos reímos mucho.
Otro recuerdo fue aquella vez en que ella y yo estudiamos juntos en la pre San Carlos. Pusimos mucha atención a cada clase. En una de ellas, conversamos, eso sí siempre atendiendo a todo lo que dice el profesor, y yo volteé mi mirada hacia ella y ella hizo lo mismo. No sé cómo describir ese momento, pero lo que sí puedo decir es que balbuceé y me sonrojé, me ruboricé demasiado al igual que ella. Podría comparar esa mirada a "amor a primera vista".Nunca sentí lo que sentí con una mirada. Realmente sentí en ese momento que ella sí es para mí y que yo soy para ella, que quizá nuestro destino es amarnos y querernos y estar juntos. Luego de ese increíble sentimiento, sonreímos y reímos. Toda la clase y el profesor voltearon a ver qué pasaba.

Son esos momentos en que me digo que sí, que sí cambiaré por el bien de Catrina, por el bien de nuestra relación porque me gustan, me agradan, me encantan esos momentos en que ella se ve feliz, en que se ve alegre y tiene una sonrisa que me gusta demasiado... Y esas pequeñas muecas y acciones de felicidad que hace, que para cualquiera pueden ser insignificantes, sin valor alguno, pues a mí me hacen feliz. Y me hacen feliz porque se pone feliz y alegre conmigo y es a mí a quien sonríe y abraza cuando está contenta.

Han pasado noventa días y aún me es difícil olvidarme de ella. Es difícil porque cada día, cada hora, cada minuto, cada segundo pienso en ella. Pienso en Catrina porque ella es la responsable de aquellos momentos agradables y bonitos y hermosos y excitantes que pasé y pasé a su lado. Me hubiera encantado demasiado volver con ella...

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